15 Abril 2025
Evangelio
Juan 13, 21-33. 36-38
En aquel tiempo, cuando Jesús estaba a la mesa con sus discípulos, se conmovió profundamente y declaró: “Yo les aseguro que uno de ustedes me va a entregar”. Los discípulos se miraron perplejos unos a otros, porque no sabían de quién hablaba. Uno de ellos, al que Jesús tanto amaba, se hallaba reclinado a su derecha. Simón Pedro le hizo una seña y le preguntó: “¿De quién lo dice?” Entonces él, apoyándose en el pecho de Jesús, le preguntó: “Señor, ¿quién es?” Le contestó Jesús: “Aquel a quien yo le dé este trozo de pan, que voy a mojar”. Mojó el pan y se lo dio a Judas, hijo de Simón el Iscariote; y tras el bocado, entró en él Satanás.

Jesús le dijo entonces a Judas: “Lo que tienes que hacer, hazlo pronto”. Pero ninguno de los comensales entendió a qué se refería; algunos supusieron que, como Judas tenía a su cargo la bolsa, Jesús le había encomendado comprar lo necesario para la fiesta o dar algo a los pobres. Judas, después de tomar el bocado, salió inmediatamente. Era de noche.
Una vez que Judas se fue, Jesús dijo: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre y Dios ha sido glorificado en él. Si Dios ha sido glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo y pronto lo glorificará.
Hijitos, todavía estaré un poco con ustedes. Me buscarán, pero como les dije a los judíos, así se lo digo a ustedes ahora: ‘A donde yo voy, ustedes no pueden ir’ “. Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿a dónde vas?” Jesús le respondió: “A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; me seguirás más tarde”. Pedro replicó: “Señor, ¿por qué no puedo seguirte ahora? Yo daré mi vida por ti”. Jesús le contestó: “¿Conque darás tu vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo, antes de que me hayas negado tres veces”.
Reflexión
Veronica (Flores) Alonzo ’97
Faculty Member, Mary Ann Remick Leadership Program
Ser una persona de palabra.
Desde muy pequeña, mi papá me inculcó la importancia de ser una persona de palabra. Estaba tan arraigado en él, que creía que todos compartían este valor, y que un simple apretón de manos era suficiente para cerrar un trato. Recuerdo vívidamente una vez que vi a mi papá cerrar un trato con un apretón de manos. En ese momento, pensé que no era buena idea y estaba segura de que estaba a punto de ser engañado. Pero no fue así. La confianza de mi papá en los demás era inquebrantable, y le salió bien.
Me gustaría creer que los demás me ven como alguien que cumple su palabra. Sin embargo, ¿sería tan confiada como mi papá pensando que un apretón de manos es suficiente para cerrar un trato? Por desgracia, probablemente no. Mis traiciones pasadas me han hecho más cautelosa y menos confiada.
Esta reflexión personal se conecta con el evangelio de hoy, donde Jesús predice la traición de Judas, uno de sus discípulos más cercanos. A pesar de saberlo, Jesús le muestra amor y compasión, demostrando un compromiso inquebrantable con sus valores y su misión. La escritura ilumina el dolor de la traición y el desafío de mantener la confianza.
Así como Jesús enfrentó la traición, pero se mantuvo fiel a su misión, nosotros también podemos esforzarnos por mantener nuestros compromisos y valores, y ser personas de palabra. Mientras las traiciones pasadas pueden hacernos más cautelosos, aún podemos aspirar a encarnar los principios de lealtad e integridad, como lo hizo mi papá. Esta escritura nos anima a ser firmes en nuestros valores y a abordar las relaciones con un espíritu de perdón y compasión, incluso cuando sea difícil como lo hizo Jesucristo Nuestro Señor.